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Foto del escritorRoberto Lozano Albor

Actualizado: 18 oct

En lo profundo de las tradiciones mesoamericanas, entre los mitos y leyendas que han sobrevivido al paso de los siglos, el nahualismo se erige como una práctica espiritual fascinante.


Este concepto místico nos habla de la capacidad de ciertos seres humanos, llamados nahuales, para conectarse con la naturaleza de tal forma que pueden transformarse en animales o controlar los elementos que los rodean.


Pero, ¿qué es realmente ser un nahual?


En las antiguas culturas indígenas, se creía que cada persona estaba conectada a un espíritu animal que protegía y guiaba su vida.


Este espíritu era conocido como el “tonal”, una especie de alter ego que compartía la esencia del individuo.


Sin embargo, algunos tenían la capacidad de transformarse en su tonal, convirtiéndose físicamente en el animal que les correspondía.


Esta habilidad de cambio no solo era una metáfora, sino una poderosa práctica espiritual que les permitía desplazarse entre el mundo terrenal y el espiritual.


El Nahualismo en la vida cotidiana


Aunque parezca algo sacado de una película fantástica, el nahualismo no solo era algo reservado para grandes chamanes.


De hecho, los pueblos prehispánicos veían en el nahualismo una forma de comunión con la naturaleza.


Los nahuales no solo tenían la habilidad de transformarse, sino también de proteger a sus comunidades, sanar enfermedades y mantener el equilibrio entre los seres humanos y los espíritus de la naturaleza.


A través de rituales, ayunos y meditaciones, se entrenaban para controlar sus energías internas y desatar su conexión animal cuando fuera necesario.


El poder del nahual en la modernidad


Hoy en día, el nahualismo no ha desaparecido.


Si bien ya no escuchamos sobre personas transformándose en jaguares o águilas, la esencia de esta práctica espiritual sigue viva.


En muchas comunidades indígenas de México, el nahualismo se conserva como una tradición cultural que busca mantener la armonía con la naturaleza y el respeto por los seres vivos.


Se entiende como una forma de espiritualidad profundamente conectada con el entorno, donde la transformación es más interna que física.


Se trata de encontrar tu animal interior, comprender tus instintos y mantener una relación respetuosa con el mundo natural que te rodea.


El Nahualismo y la cultura local en Los Tulares del Abuelo


En Los Tulares del Abuelo, donde las chinampas rodeadas de canales mágicos se sienten como un rincón atemporal de la Ciudad de México, nos gusta celebrar las tradiciones de nuestros ancestros.


El nahualismo es una de ellas, y no es raro que al atardecer, entre los susurros del viento y el canto de las aves, te sientas parte de algo más grande.


En nuestras tierras chinamperas, nos esforzamos por preservar ese vínculo místico con la naturaleza, recordando que, al igual que los nahuales de antaño, todos tenemos una conexión profunda con el mundo que nos rodea.


Ya sea que creas en la transformación física o en la comunión espiritual, te invitamos a explorar esta fascinante tradición en uno de nuestros eventos.


¿Quién sabe? Tal vez descubras tu propio nahual entre los ahuejotes y los canales del Lago de Los Reyes.

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Actualizado: 18 oct

En las noches más silenciosas, a lo largo de los canales de México, muchos afirman escuchar un lamento desgarrador: “¡Ay, mis hijos!”


Esta es la voz de La Llorona, un espíritu errante atrapado entre el dolor y el arrepentimiento.


Su leyenda, que ha pasado de generación en generación, es una de las historias más profundamente arraigadas en la cultura mexicana, y su simbología trasciende la narración de terror para revelar algo más profundo sobre la naturaleza humana.


La versión más popular de la leyenda cuenta que La Llorona era una mujer hermosa que, tras ser abandonada por su amante, en un momento de desesperación ahogó a sus hijos en un apantle.


Al darse cuenta de su acto, la culpa la consumió, y su espíritu quedó condenado a vagar eternamente, buscando a sus hijos perdidos.


A lo largo de los siglos, esta historia ha tomado diferentes formas y matices en varias regiones del país, pero siempre ha mantenido su esencia trágica y poderosa.


La transmisión oral de esta leyenda es un fenómeno cultural fascinante.


Desde pequeños, los niños mexicanos escuchan las advertencias de sus abuelos y padres: “No te acerques al río de noche, podrías escuchar el lamento de La Llorona.”


Es así como las historias se tejen en el imaginario colectivo, arraigando no solo un temor reverente, sino también una conexión emocional con las generaciones que nos preceden.


Más allá del miedo, La Llorona simboliza el remordimiento, el dolor de la pérdida y las consecuencias de nuestras decisiones.


Su figura también refleja el rol de la mujer en la sociedad, la maternidad, y las tragedias que pueden surgir de las relaciones humanas.


En el fondo, la leyenda encarna el sufrimiento humano, algo con lo que todos, en algún momento, podemos identificarnos.


En lugares como Los Tulares del Abuelo, rodeados por las antiguas chinampas y la tranquilidad del agua, estas historias cobran vida de una manera especial.


Aquí, el eco de las leyendas resuena en armonía con la naturaleza, recordándonos que estos relatos no son solo parte del pasado, sino reflejos de emociones y experiencias universales.


La conexión con la tierra y el agua que nos rodea también nos recuerda que, al igual que La Llorona, somos parte de un ciclo interminable de vida, muerte y renacimiento.


El simbolismo extraordinario que subyace en la leyenda de La Llorona nos enseña sobre la fragilidad humana y la necesidad de aprender de nuestros errores.


Al contar y compartir estas historias, mantenemos viva no solo una parte esencial de nuestra cultura, sino también una comprensión más profunda de nosotros mismos.


En Los Tulares del Abuelo, donde las leyendas y la naturaleza se entrelazan, rendimos homenaje a estas historias ancestrales que forman parte de nuestra identidad cultural.


Ven a visitarnos, y déjate envolver por el misticismo de este rincón único en la Ciudad de México. ¡Tal vez, si escuchas con atención, también puedas oír el eco de La Llorona en la brisa!

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Foto del escritorRoberto Lozano Albor

Actualizado: 30 oct


En la alcaldía de Tláhuac, CDMX, existe un tesoro vivo que pocas personas conocen en profundidad: la chinampería.


Este sistema agrícola ancestral, que data de tiempos prehispánicos, no solo es un legado de sabiduría y adaptación, sino también un bello entorno natural pletórico de vida.


La chinampa es un ecosistema vibrante donde las aguas de los canales nutren la vida vegetal y animal de forma equilibrada, ofreciendo alimentos a la humanidad, además de ser un extraordinario refugio para diversas especies de fauna y flora.


En sus aguas habitan los ajolotes, las carpas, los patos y las garzas; mientras que en sus bordes crecen los ahuejotes, que son estos árboles maravillosos que protegen las chinampas del viento y la erosión.


Algo que pocos saben es que aún hoy en día, el sistema de la chinampería en la Ciudad de México es uno de los pulmones verdes más importante en esta megalópolis, lo que ayuda a mejorar la calidad del aire, ayudando así a combatir el cambio climático.


Sin embargo, este equilibrio es delicado, pues la expansión urbana, la contaminación y el mal uso de la tierra y el agua están poniendo en riesgo este patrimonio único.


Es importante hacer conciencia al tenor de que este ecosistema, legado ancestral, va más allá de lo que vemos.


Por eso, hoy más que nunca, cuidar la chinampa es cuidar el alma misma de la tierra y el agua, y al hacerlo, también protegemos nuestro futuro, por lo que es vital que todos nos unamos para protegerlo.


¿Qué podemos hacer?


1. Evitar la contaminación de los canales.


No tirar basura ni sustancias químicas en el agua es esencial para la salud de todo el ecosistema.


2. Respetar la fauna y flora.


No debemos dañar a las especies que habitan en la zona, pues cada una cumple un papel importante en el equilibrio natural.


3. Apoyar a los agricultores locales.


Comprar productos cultivados en las chinampas fortalece la economía local y fomenta prácticas agrícolas sostenibles.


4. Promover el turismo responsable.


Si visitas la chinampería, hazlo de forma consciente, respetando el entorno y aprendiendo de su historia y cultura.


Cuidar la chinampa es una responsabilidad de todos, no solo de los agricultores o habitantes locales y, al hacerlo, no solo preservamos una joya cultural, sino que también protegemos uno de los últimos ecosistemas vivos de nuestra ciudad.


Sigamos disfrutando de su belleza, pero también contribuyamos a su conservación, para que las futuras generaciones puedan conocer y disfrutar este patrimonio tan especial.


Los Tulares del Abuelo te invita a conectarte con la naturaleza y a ser parte de este esfuerzo.


Juntos, podemos hacer la diferencia.



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